...La mujer, sentada al lado del marido, comprimía satisfecha sus carnes en un extraordinario vestido color cereza. Detrás, ocupando sendas sillas, iban una anciana abuela y una joven. Vislumbrándose también el cabello pajizo de un muchacho que, al no haber más asientos, se había tumbado al fondo, y de quien sólo asomaba la cabeza...
Guy de Maupassant, Un día de campo.